Vuelvo estos días de pasar tres semanas en Bratislava. Teníamos una exposición que ya había cambiado de fecha dos veces por la covid, y encima hacía dos años que no trabajábamos juntos con Miroir Noir. Aunque antes del viaje habíamos preparado otros temas para pintar, no fuimos capaces de ceñirnos a los planes previos. Estos días de marzo y abril de 2022, allí en una frontera con Ukraina, el sentimiento de peligro y de injusticia se sentía mucho más cerca.
Y acaba siendo cierto que las guerras más cercanas se sienten como propias y que la distancia física las va convirtiendo en menos importantes y al final las difumina hasta hacerlas transparentes, cuando ya ni el nombre del sitio nos dice nada. Pero ésta estaba en el patio de casa.
Así que para entrar en calor cada uno cogió su carboncillo y estuvimos dibujando unas series a partir de las fotos del día de refugiados y civiles en tiempos de guerra, justo las que íbamos encontrando en el móvil.
Una vez serenados, o entrados en calor, estuvimos pintando unos Putins, para sacarnos el mal cuerpo y hacer algo de vudú.